Explorando la inteligencia

Cada trimestre, en AmorAlCaos elegimos un tema que atraviese nuestras publicaciones, un eje en el que ahondar. Desde abril, entraremos en nuestra siguiente temática: la inteligencia.

 

“Creo que el hecho más misericordioso del mundo es la incapacidad de la mente humana para relacionar todos sus contenidos”.

H. P. Lovecraft

Al igual que en un laberinto, la inteligencia tiene múltiples caminos, no hay un final definitivo, sino un continuo proceso evolutivo. Aunque podamos sentirnos perdidos en sus meandros buscando la salida, indiscutiblemente nos convertimos en exploradores, siempre ávidos por descubrir nuevos misterios y desafíos que nos lleven hacia un entendimiento más profundo de nosotros mismos y del mundo que habitamos.

Hasta ahora, en un acuerdo colectivo, sobreentendido, aceptado y masticado, la percepción de la inteligencia fue limitada al coeficiente intelectual, a la memorización de datos o al éxito académico. Sin embargo, esas mismas ideas, por muy establecidas que parezcan, apenas surgen dos siglos atrás, con la llegada de la revolución industrial. El sistema educativo es entonces planteado de la misma forma que la producción en serie, y los inteligentes son aquellos que pueden apegarse a ese sistema. Así, se comienzan a valorar las mentes y habilidades que se acoplan mejor a las necesidades de un mundo industrializado, y menos a aquellas que lo rehúyen o cuestionan.

Hoy en día, en un mundo globalizado e hiperconectado, lo que creíamos como verdades inamovibles se torna inestable. El poder adaptarse al cambio, resolver problemas de forma creativa, y comprender y gestionar emociones han comenzado a ser habilidades apreciadas por una sociedad donde la producción es cada vez más automatizada, y la individualidad, más diversa. Esto ha desafiado los estereotipos y prejuicios asociados con la inteligencia, promoviendo un diálogo inclusivo y obligándonos a generar habilidades más suaves que nos permitan encontrar puntos en común.

En esta edición, revisamos el origen del mito del coeficiente intelectual, ahondamos en por qué el pulpo resulta ser un superdotado, y llegamos a explorar las redes de comunicación que tejen las plantas, similares a nuestro propio internet. Así, invitamos a reflexionar acerca de los conceptos que simultáneamente han formado y restringido nuestra capacidad de entender el mundo. Ahora, desde un prisma diferente, queremos explorar la diversidad de talentos y habilidades que se esconde en cada rincón. En estas crónicas, te proponemos historias inspiradoras que han sabido capitalizar fortalezas únicas y reconocer que la verdadera inteligencia radica en nuestra capacidad de aprender, crecer y adaptarnos en un mundo en constante evolución.   

El equipo editorial.

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Solo sé que nada sé