Carta editorial: el amor, reencontrarse en lo temible

“...nacimos en una declaración del fin de las cosas. Pero las cosas siguen marchando; eso sí, olvidando su sentido, y olvidando, también, morir”.

– Constanza Michelson, La nostalgia del desastre

Es difícil vivir hoy. Probablemente siempre lo ha sido, pero no tenemos cómo saberlo. Solo tenemos atisbos del pasado, sea en los libros, en las historias, en las generaciones que vinieron antes de nosotros y algo nos cuentan de cómo eran las cosas, pero todas sus versiones difieren y en realidad no podemos saber. Del futuro no tenemos idea. Solo tenemos hoy, en realidad. Este hoy en el borde de un mundo, en la caída de lo certero, en esta experiencia llena de rarezas e incertidumbres.

Sobre todo es difícil vivir hoy porque sabemos mucho, de eso sí estoy convencida. Nunca antes habíamos sabido tanto de lo que pasaba en otros lugares, lejos de aquí, cruzando el mar o unos kilómetros más allá. Y a la vez, nunca habíamos sabido tan poco: siendo que las comunicaciones conectan al mundo entero, como una gran alfombra, hay toda una expansividad que desaparece debajo de ella: cosas tremendas y pequeñas, hermosas y terribles, que nunca llegarán a nuestras puertas. Aquello que queda debajo de los titulares que marcan lo que debe importar. 


Pero hay algo que sucede al final del día, y es que todo sigue andando. Por más cerca que se encuentre el fin, vivimos en un mundo que se rehúsa a morir. En la Princesa Mononoke, película de Hayao Miyazaki, un pueblo quiere matar al espíritu que protege a un bosque para poder acceder a sus recursos y expandir la ciudad de hierro que están construyendo. La líder de este pueblo es una mujer que, a la vez que es temeraria, también acoge a mujeres “caídas en gracia” y les da trabajo, y cuida de personas con lepra. El protagonista de la historia, un joven que viene de otro pueblo que se creía extinto, discute con ella cuando ella le muestra las armas que está desarrollando para matar al espíritu, y se va, furioso. Pero antes, un hombre enteramente vendado por la lepra, acostado sobre una cama de paja, le dice, “La vida es sufrimiento. Es duro. El mundo está maldito. Pero encuentras razones para seguir viviendo”.

Princesa Mononoke

Princesa Mononoke de Hayao Miyazaki

 

Esta edición trata sobre el amor. En un mundo divisivo que se pelea y azota contra sí mismo, existir se vuelve un esfuerzo cotidiano continuo, en el que buscamos, todos los días, el porqué de seguir haciendo lo que hacemos. Muchas veces, el amor está inmerso en esta marea. Se encuentra como un gesto, una fuerza, una forma. Tiene mil nombres, y en cada idioma tiene sus propias distinciones. “Te quiero”, “te adoro”, “te estimo”, “te aprecio” y “te amo” implican todos cosas distintas, así como el amor fraternal, platónico, erótico y romántico. Existe la monogamia y el poliamor. Existe la soledad y la compañía. Existe lo incomprensible, el misterio de quién es el otro y el deseo de conocerlo, que desarma las diferencias. Y existe el desamor, también; el dolor y la pérdida. Pero, de alguna manera, a todo eso se sobrevive, y lo más probable es que sea por una simple cosa: poder amar de nuevo. Como dice Rachel Cusk en A contraluz, “el amor restaura casi todo, y cuando no, se lleva el dolor”.


Proponemos entrar a los significados del amor de hoy en día y establecerlo como un puente que nos ayude a entender el presente en todas sus rarezas, investigarlo como haríamos a un amado. Que lo que venga de este tema sea un pequeño salvavidas que, como Eros agarrando a Psique en su caída tras lanzarse del precipicio, ayude a reposar nuestros corazones pesados sobre la hierba.


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No saber lo que es el amor