El poder catártico del caos

O cuando el caos se ordena en “Rayuela” de Cortázar

Alice Perez

¿Cuál es el sentido de nuestra vida? ¿Cómo nuestra existencia individual se inscribe en el mundo contemporáneo? ¿Existe una forma de armonía que rige las cosas que nos suceden y la simple certeza de la presencia de este orden, nos reconfortaría realmente?


Zigzagueando entre la realidad y la fantasía, en las páginas de "Rayuela" de Julio Cortázar, me sumerjo en un laberinto de cuestionamientos que despiertan mi curiosidad. Frente a los personajes y sus dilemas, encuentro reflejos de nuestras propias inquietudes sobre el sentido de la vida, de la complejidad del ser humano y la búsqueda de la felicidad. . . ¿Cuál es el sentido de todo esto? Pues no lo sé, solo la certeza que las dudas existen y es en el fondo del caos y gracias a él que nuestra imaginación puede dar vida a sus más bellas historias.

Orden, desorden, caos: estas son las nociones con las cuales Cortázar juega en Rayuela, publicado en 1963. En cada vuelta de página, acompañamos las peripecias de Horacio Oliveira, un argentino que se mudo a París, al igual que el escritor.

Horacio, un hombre perspicaz e incisivo, se lió con “La Maga”, una uruguaya con una relación más instintiva con el mundo que la rodea. Existe una tensión perpetua entre estos dos personajes: Horacio, paralizado por el absurdo del mundo contra el que luchan los seres humanos en una danza frenética e inútil, se enfrenta a la perspectiva de la Maga, eminentemente sensible pero no menos lúcida.

La Maga se deja llevar por las corrientes caóticas de la vida y se maravilla de las bellezas que vislumbra más allá del absurdo al que sucumbe sin escrúpulos. Para La Maga, una mera respiración, la visión de una mariposa o el estremecimiento de su piel pueden llevarla a cambiar drásticamente al minuto siguiente, la trayectoria de su día y, a fortiori, su propio "orden de las cosas".

Alrededor de estos dos personajes orbitan los amigos de Horacio, que forman el “Club”, un pretexto para exponer la visión del mundo del personaje principal. En la segunda parte del libro, que invita al lector a explorar otra vez los capítulos en un orden indicado por Cortázar, Horacio vuelve a Buenos Aires. Se reúne con su amigo Traveler, que es una representación metafórica de su doble, y ve en su esposa Talita el reflejo de La Maga de la que le ha perdido la pista.

En torno a estos personajes se expande el caos, y todos, sin excepción, se ven atraídos por él, de manera más o menos consciente e intensa a lo largo del relato.

Estas diferentes actitudes frente al caos inherente a la existencia humana son particularmente ilustradas por la historia de amor entre Horacio y La Maga que, según el análisis del autor chileno Fernando Alegría, nos permite ver la tensión perpetua entre la “conciencia de la vida-caos" [representada por Oliveira] versus la aceptación tácita del caos como [un] orden nuevo, una idea que rige incluso el aspecto más pequeño de la vida de La Maga.

Horacio es particularmente lúcido sobre la naturaleza caótica de la vida, por lo que le cuesta entender a La Maga, que se embriaga de caos y le deja controlar su vida. Así es como la clarividencia de Horacio aparece como una carga aún más pesada que un orden social establecido (que nos parece a todos como “lo que la razón nos dice de hacer”) pues esconde de manera ilusoria el desorden; poniendo a Horacio como el testigo inerme de la supremacía de un “error disfrazado de orden” (Alegría), que arrastra al mundo hacia el abismo.

En cada momento, Horacio, tiene que enfrentarse al orden del cosmos que se muestra con ostentación mientras le hace pensar en el carácter trágico de la condición humana: “En ese segundo, con la omnisciencia del semi-sueño, medí el horror de todo lo que tanto maravilla y encanta a las religiones: la perfección eterna del cosmos, la revolución inacabable del globo sobre su eje. Náusea, sensación insoportable de coacción. Estoy obligado a tolerar que el sol salga todos los días. Es  monstruoso. Es inhumano” (Cortázar).

Entonces la vida humana puede ser metafóricamente entendida como el suplicio de Sísifo: el peñasco que debemos llevar es la presencia del caos dentro de nuestra existencia y que debemos aceptar como parte integrante de esta para crecer y florecer.

 

Pero lo que puede conmovernos tanto al leer este libro es que todo, en éste, hasta su forma, es caos. Tener Rayuela entre las manos significa palpar una representación metafórica de él, o más bien del caos mismo, en su forma más pura. La estructura del relato juega con la noción de orden-desorden: desafiando las convenciones narrativas, Cortázar nos indica que la “primera parte”, del capítulo 1 hasta el 56, se puede leer linealmente, y nos incita a explorar los otros capítulos en un orden nuevo que ha definido alimentado del desorden. Además, en el nivel meta-textual, el estilo de Cortázar puede aparecer como caótico: utiliza frases largas, con una acumulación de relativas sugiriendo una invitación a perdernos en sus meandros. La única salvación que nos queda es aferrarnos a las palabras y tratar de extraer sentido, como si de ellas dependiera nuestra vida, porque al final, en ese momento, es nuestra vida la que está en juego; y, mediante doloroso esfuerzo, el acto de leer se convierte en un acto de aceptación del caos inherente a la existencia, y de reconocimiento de éste como su componente esencial.

Cortázar nos indica que la “primera parte”, del capítulo 1 hasta el 56, se puede leer linealmente, y nos incita a explorar los otros capítulos en un orden nuevo que ha definido alimentado del desorden.

De esta manera, el caos se transforma en una fuerza liberadora y catártica, Cortázar, al revelarnos la "trágica pureza del desorden", pretende inculcar en nosotros la noción de que buscar el significado de nuestra existencia de manera fructífera implica la aceptación del caos. Porque es dentro de sus profundidades que podemos paradójicamente encontrar refugio.

El carácter fragmentario del libro, dividido en 155 capítulos a veces muy breves, hace eco a la búsqueda de nuestro espíritu que intenta tejer una coherencia entre todos nuestros recuerdos. Pero tal vez aceptar la condición humana exige comprender que el orden creado por nuestra mente sólo puede ser facticio y, en cierto modo, traiciona nuestra realidad que es esencialmente caótica. La conciencia del caos inherente a la existencia puede llevarnos a aceptarlo como una tensión constante y una fuerza creativa. Porque, como nos muestra Cortázar, es en el fondo del caos y gracias a él que nuestra imaginación puede dar vida a sus más bellas historias.

¿Existe una forma de armonía que rige las cosas que nos suceden ? ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia? Quizás todas estas preguntas harán eco en ti al leer Rayuela. En cuanto al sentido… Quizá, como La Maga, tomarás una ruta ligeramente diferente impulsivamente, y dejarás que el sentido en el que gires en la esquina guíe tu vida... ¿quién sabe?


Alice Pérez es francesa, amante del idioma español, estudiante de ingenieria en París. Su blog dedicado al análisis literario (en francés) https://resonances-litteraires.jimdosite.com/

REFERENCIAS
Fernando Alegría : “Rayuela: o el orden del caos”, en la Revista Iberoamericana (Septiembre-Diciembre 1969)
 
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