Sandra Marín de Estudio Repisa: el arte de volver a la contentura

Por Amanda González Alarcón

 

Sandra Marín es una artista y diseñadora editorial, creadora de Estudio Repisa, casa de creatividad, artes y aprendizaje. Su trabajo se destaca por el juego e investigación de formatos que utiliza para plasmar sus narrativas: sea en oráculos, libros de madera o tela, o fanzines, Sandra está en la continua búsqueda de nuevas prácticas exploratorias que inviten a más personas a atreverse a crear y colaborar, y a despertar lo que ella nombró como la contentura.

 
 

“Eso es para mí el cielo. Saber que lo que uno comparte lo usan otros en situaciones tan distintas. Saber que está vivo. Las creaciones, como seres que salen de uno, acciones e ideas, igual que las niñas y los niños, después hacen su vida. Luego te llegan cartas, como, ‘estoy súper bien, crecí para este lado’”. 


Amanda: ¿Cuál es tu trasfondo en relación tanto en tus visiones del mundo como en lo artístico? ¿Cómo llegaste hacia las artes? 

Sandra: Creo que siempre he tenido un fondo espiritual y siempre he estado en contacto con esa búsqueda infinita de lo invisible que está movilizándonos. Si miro una hoja, ¿por qué la veo? Ah, porque es bella, y, ¿por qué es bella? Porque es verde, porque está caída, porque es liviana, porque viene del árbol; me recuerda algo. 

Siento que siempre he estado atenta a generar ese tipo de enlaces, y preguntarme por qué soy lo que soy, e ir despejando la propia voluntad para escuchar ese amanecer de otras cosas.


A: ¿Y por dónde empezaste cuando te empezaste a formar en esto? ¿Qué estudiaste?

S: Yo quería estudiar arte, porque siempre ha sido un campo de mucha felicidad para mí, y mi familia directa me dijo, “creo que el arte viene contigo, por qué no estudias algo que te dé herramientas”. En su momento no me puso muy contenta, pero después me pareció que tenían razón. Estudié un tiempo diseño integral, pero no me gustó cómo esa universidad lo enfocaba. Entonces me cambié a otra y estudié diseño industrial. Yo creo que ahí partió un camino de materialización de las ideas que recibo: me di cuenta que había algo muy profundo en imaginar algo, hacerlo y que pase a otra persona. Entonces empecé a pulir lo que quería comunicar.


A: Qué interesante para tu formación, porque es distinto que estudiar arte: el enfoque de la interacción es muy distinto cuando haces el diseño de un objeto. Piensas en cómo se va a utilizar, se va a mover; no solo se está mirando, si no que se está usando y en eso, también otro lo vuelve suyo.


S: Exacto.


A: ¿Sientes que te afectó una forma de ver?


S: Creo que un montón, porque las personas se reconocen en lo que hay. Me ayudó a soltar el ego de sentir que algo te pertenece, que te nace y que tú lo inventaste, y creo que es algo que viene desde niños, que pensamos que el mundo es nuestro, y cuando creces, aprendes la fraternidad de que somos todos hermanos y de que estamos todos en esto mismo. Pero pensar en el otro, que es lo que me enseñó esta carrera, me hizo ver la empatía mucho más profundamente. Entonces, si quiero hacer, por ejemplo, un libro con forma de mano, y quiero que la gente lo vea de tal forma, pero después lo tendrá otra persona y lo pondrá de adorno, o se lo lleva a su abuelita y ella le rompe un dedo… las cosas, cuando pasan al otro, integran algo más, y eso te enseña tanto.

En general, el otro te suma, te propone, y hay que aprender a callar, porque a veces uno quiere decir, “¡esto se usa así!”. Pero cuando otra persona empieza a jugar con el objeto, genera todo un campo de riqueza de otras mentes, y sobre todo cuando trabajas con grupos, esa devolución se vuelve sideral.

“Hace mucho tiempo atrás, inventé esta palabra, la ‘contentura’, como un estado de estar contento, como una temperatura de la humanidad”.

A:  ¿Cómo empezaste a trabajar con grupos?



S: Me metí en el mundo editorial y de los fanzines, y el do it yourself, que hoy es hagámoslo juntos. El do it together. En ese momento, para mí era súper importante decir oye, ¡todos podemos hacer libros! Y hacer un fanzine, que es súper sencillo y liviano, puede reconocer ideas súper personales que hay adentro tuyo que quizás están olvidadas, dormidas o infravaloradas. Entonces me volví muy fanática del mundo fanzinante y de ahí que quise compartirlo con los demás. Al principio era solo mostrándoles cómo yo los hacía, y después empecé a hacer pequeños talleres enseñando a crear sus propias ediciones. 

Tengo un don con el hacer de las manos, entonces conocí el mundo del plegado, del ensamblado, de los materiales: la tela, los textiles, el bordado. Creo que ahí descubrí que me gusta mucho enseñar, por transmitir un conocimiento que a mí me había hecho tan bien, y ver cómo a los otros lo integraban en sus universos, y en eso salían cosas tan diferentes. Cada persona quería cosas distintas: “quiero aprender a hacer este plegado para mis niños del jardín”; “se lo quiero regalar a la persona que me gusta”; otro porque “mi abuelita siempre quiso”, o no sé, “admiro el Japón”; lo que yo hacía como un laboratorio interno, otros lo empezaron a aplicar en otros espacios.


A: ¿Y las actividades o los métodos que utilizas para estos espacios los creaste tú misma? ¿Son resultado de tu propia exploración?


S: Creo que siempre he sido una esponja. Siempre le rindo honores a quienes han sido mis profesores y profesoras, desde el colegio y la universidad a todos los libros que he leído: sé que las ideas nacen en mí porque soy fuente de la fuente que fueron ellos. Pero en general, la metodología que uso ha sido un invento propio que ha nacido de forma muy amateur, muy improvisada, y soy muy amante de eso. Hacerlo me generaba un latido de corazón muy fuerte: me preguntaba, “¿cómo será que lo voy a hacer?”, en un desafío adrenalínico, inventando un proceso que no conocía pero que intuía, y que por lecturas y por mis profes podía saber que sé hacerlo.

A: Y cuando haces estas instancias, ¿qué es lo que esperas que se lleve la gente?

S: Principalmente una alegría en el corazón lo más viva posible. Mi objetivo principal es que las personas se sientan llenas de energía creativa, que esa chispa de la creación vuelva a encenderse. Muchas personas que asisten a los talleres tienen varios deseos, pero están con las manos auto atadas o con la mente auto techada, o con los pies con unos zapatos de fierro, y la idea es sacárselos, poner una escalera en el techo, abrir la ventana y decir, ¡sí! Lo que quieres hacer se puede hacer. Y no tiene por qué ser tan complejo. Por eso siempre he sido muy amiga de los fanzines como un material muy liviano, porque se dobla un papel en seis y ya tienes un libro. 

Lo importante es hacerlo, dar el primer paso, y los pasos son infinitos, es el poema de Ítaca. Mientras tú lo vas armando, vas viviendo esa alegría de encontrarte, de necesitar estudiar, de conectarte con personas, de crecer. Siento que eso es muy importante en los talleres, poder recuperar la energía creativa que llevamos como motor de la vida. Hace mucho tiempo atrás, inventé esta palabra, la “contentura", como un estado de estar contento, como una temperatura de la humanidad. Y creo que eso tiene que ver con esas chispezas de creer que todo es posible, de las más diversas formas.


A: ¿A qué grupos les haces estos ejercicios?


S: La verdad es súper variado. En un principio trabajé harto con artistas relacionados con el medio del arte y las ciencias. Después trabajé mucho con docentes, porque soy fanática de la idea de multiplicar con multiplicadores. Cualquier idea que tú transmites a un docente, se la estás transmitiendo a por lo menos 30 personas.

A: Es toda una multitud.

S: Eso me lo enseñó mi profe de arte, siempre ser el multiplicador de multiplicadores. A veces yo quería trabajar con las personas directamente, con los niños, pero al final era cierto, si trabajamos con los profesores y profesoras vamos a generar una exponencialidad de ciertas ideas. Después hice talleres con niños entre los 9 y 12 años, que fue ultra entretenido, porque ahí ya los chicos son muy libres, y ya son súper autodeterminados.


A: ¿En qué sentido?



S: En que tienen un deseo y lo van a hacer. Tienen una idea fija viva. Me gustaba mucho trabajar con ellos, porque no tienen esa limitación que muchas veces tienen los más grandes, sino que aquí tú tiras una chispa y se hace una hoguera de la alegría. Entonces todo es posible. 

Trabajé mucho también con poblados. Fui a residencias de arte colaborativas en que nos llevaban a un pueblito muy aislado para crear un proyecto para relacionar a la comunidad con el arte, como algo colectivo. Esas experiencias también fueron súper nutritivas porque hablas con personas que tienen un valor, muy profundo por lo propio, por la zona y por su paisaje, y yo que nací en Santiago, y que en general he vivido en una vida bastante urbana (siendo que igual estoy conectada con la costa) era muy impresionante ver el amor que se puede sentir por tu territorio. Es un orgullo que construye tu ser. Era súper bonito trabajar en torno a eso. 

Al ser comunidades más chiquititas se trabajaba mucho como, ¿quién es el héroe del pueblo? ¿Quién es la heroína del pueblo? “¡La Doña Juanita porque hace las mejores empanadas!” “No, ¡mi abuela!” Hacíamos el anuario de los héroes silenciosos del pueblo. Eso también fue una experiencia muy bonita. Y trabajé harto en un espacio de fundaciones, museos o proyectos de educación en los que me conectaban con profesores, profesoras y niñes que asisten a estos espacios, y por lo tanto padres y madres que están interesados. Es una ensalada de fruta muy entretenida de seres diversos.


A: Me parece muy bonito cuando se habla de la creatividad asumiendo que todo el mundo lo es, y de cómo ese hacer creativo es algo transversal y una herramienta más para la vida, para conectar con todo. Eso es lo que veo en las cosas que tú compartes. 


A mí me costaba pensar materialmente, me tomó muchísimo tiempo bajar las cosas a tierra. Mi profesora de arte me “detestaba” porque al mismo tiempo podía ver que me gustaba y se me daba, pero no terminaba las cosas. Entonces mis entregas siempre estaban incompletas. A ella le reconozco la vida, porque me dio el premio a la creatividad igual. Ella vio algo, que la creatividad no es necesariamente el resultado, si no que es una pulsión y una posibilidad. Hasta hoy es una de las cosas que más me cuesta, porque miro las cosas y siempre me pregunto cómo están hechas, y siento que hay tantos pasos entre medio, que me apabulla. No fue hasta un curso que hice hace unos años, en que la idea era que el producto final fuera un libro. Me metí con la intención de terminarlo e imprimirlo como fuera, y sí lo hice. Fue un antes y después. De haber pasado la vida entera sintiendo que no podía terminar nada, que todo quedaba a medias, de terminar al lote…


S: … que era para otro momento,


A: y que me daba mucho miedo el resultado. Le tenía terror. Entonces me tomó muchísimo tiempo tomar ese paso. Pero en el primer momento en que terminé algo, dije wow, ¡ahora soy alguien que termina cosas! Descubrí una nueva identidad.


S: ¡Transformé mi patrón!


A: Sí, y de repente me pregunté, “¿qué es lo siguiente que voy a terminar?” Y es muy loco cómo una cosa tan pequeñita puede cambiar tanto sobre ti, porque cambia tus vínculos, la forma de relacionarte con el mundo; a mí me sorprendió mucho cómo cambió mi autoestima: me puedo acercar a la gente sin la sensación de que voy a abandonar todo, porque tengo este libro. Porque en un momento lo hice. Está ahí en mi librero, con mis dibujos de cuando empecé a hacer ilustración, pero le tengo un amor… es como un trofeo. 


S: Yo también tengo ese libro.



A: ¿Sí? ¿Tienes el libro? 


S: El libro que transformó algo en muy profundo dentro de uno, sí, sí lo tengo.



A: ¿De qué fue?

S: Fue un proyecto de arte que había que elegir un libro cualquiera y transformarlo entero adentro para que fuera otra cosa. Entonces todos los días hacía una página y la transformaba; era un libro sobre naturaleza que tenía imágenes y texto, muy en la versión noventera de un libro aburridísimo. Y yo, con pintura blanca, con recortes, con dibujo, hice un libro de arte o un libro propio sobre este libro, y para mí fue tan profunda la transformación. Ahí dije, “todo es posible”. Se me abrió esa sensación de que la magia existe y que funciona y que se puede hacer. También ese libro es mi trofeo.



A: Qué bonito. Es que sí son un antes y un después. El efecto que generó ese libro para mí fue, “¡ah, esto también le puede pasar a otras personas! Qué ganas de que les pase”. Me acuerdo de sentir eso y de que desde ahí quisiera hacer talleres, porque de repente sentí como, necesito que otros vivan lo que yo acabo de vivir. Entonces, ¿cómo podemos habilitar esos espacios? Y eso me parece muy bonito del arte.

S: Sí, como a mí y el trauma que tengo por algo tan bonito como son las matemáticas y la geometría, que de verdad son alucinantes. Y como cuando chica me costó tanto la forma en que es transmitida la enseñanza occidental en el colegio, ¡era mala para las matemáticas! Era todo tan árido y desmedidamente inentendible para mí, que no había un método de traducción que lo convirtiera en algo que pudiera ayudarme a asimilar. Entonces no lo pasé bien en esos cursos. 

De grande aprendí pop-up, este arte de plegar, donde el papel se transforma en una arquitectura del movimiento, y fue como, ¡esto es matemáticas! Aquí hay simetría, hay aristas, hay pirámides, hay cubos, hay un montón de seres paralelepípedos, y fue súper lindo agarrar eso y llevármelo. Hice muchos talleres en la Isla de Chiloé en las escuelitas laterales, porque había un profe que está a cargo de profes que van a las islitas a transmitirles cómo se hacía el pop-up para que enseñaran geometría y matemáticas. Entonces hicimos talleres con los profes, pero mirándolo en una forma viva, activa, lúdica, colorida, visual, práctica; ahí me sentí muy contenta. 

A la vez ese proyecto potenció que en algún momento Paula Villarroel, que es una visionaria también, me llamara y me dijera que querían hacer un taller con Eric Goles ya para los chicos de la Región de Magallanes. Hicimos un taller de cómo darle una vuelta a la matemática y cómo poder entender desde los plegados desde el papel fórmulas muy complejas. En la matemática puedes multiplicar algo al infinito, pero en un papel siempre va a ser ocho veces, aunque sea un papel tamaño pliego o un papel pequeñito, llegas hasta ahí. Entonces ahí hablas del gramaje, de la dimensión; te habla al tiro de una dimensión real de sistemas imaginarios que sí funcionan en cosas muy pequeñas. Era un juego matemático táctico que permitía la traducción. Entonces poder compartir eso con una nueva generación para mí es una alegría gigante.


A: Qué lindo eso. Me hiciste acordar que hay una página que se llama como The Creative Independent, ¿la ubicas?


S: No. Creadores independientes, ¿no?


A: Es muy bonita. Sí, el creador independiente. El que la hizo trabaja con industria de la música, pero él empezó esta página con muchas entrevistas, hay algunos ensayos y luego tienen guías, de desde cómo tener una estabilidad emocional con tu práctica artística a cómo hacer tus impuestos; cómo hacer un colectivo, cómo hacer una página web, y luego hay una parte de cómo descubrir tu proceso. Hay de todo. Esa página para mí en un momento fue como la Biblia, porque encuentras muchísimos creadores de diferentes tipos: gente que hace escultura, músicos, gente que conecta personas, que son facilitadores de cosas. Tienes todo un espectro de gente que hablan de un cierto tema.

Y justo Brandon Stosuy, quien creó esta página, tiene una entrevista que le hace otra persona sobre por qué la creó, y él decía que el Internet ya está tan lleno de cosas, de las que mucho es basura, entonces quería hacer un rincón del internet que estuviera lleno de cosas valiosas.

S: ¡Su cofre!


A: Sí. Y ahí decía que, cuando habla de un creativo independiente, no es por tratar de generar una mitología, sino de alguien que tiene una perspectiva propia y está haciendo cosas. Entonces él decía que un creativo y un artista es alguien que ve algo y le dice al otro, ¿tú ves eso que yo veo también?: Lo que hace un creativo es un acto de traducción. Es tan lindo porque lo vuelve algo mucho más modesto. Le deconstruye esta aura de que solamente lo puedes hacer si eres brillante. Me parece tan triste que el arte está tan lleno de eso, que solo puedes dibujar si dibujas bien, y en realidad es un acto tan simple como el de traducir, como cuando alguien hace música, que dice, “yo escucho esto, ¿tú lo escuchas también?” Y ver que si el otro no lo escucha, entonces se lo va a mostrar. Me parece tan lindo eso de “te voy a traducir”. Te lo voy a poner en términos en que tú también lo entiendas.


S: Celebro también las traducciones, porque aparece ese don, el regalo que te da el traducir. Por ejemplo, de una obra que hice que era la historia del infinito, que yo dibujé en acuarela, después fueron bordadas, que ya es una traducción, y después esa acuarela se transformó en un libro bordado, o en una serigrafía, y después en un gobelino, y cada vez la pasas a otra materia, adquiere otro valor. La ven nuevos ojos, tiene otro lenguaje. No es lo mismo, pero es parecido, y ahí está eso que tú dices, que la traducción abre todas esas posibilidades.

La última traducción que hice fue un pequeño fanzine en tela. Con unas amigas que hacen tufting lo pasamos de cada página a una alfombra. Entonces este fanzine tan livianito y pequeñito se transforma en un paño de alfombra gigante.

 

“Este pajarito que está ahí volando en la edición, el tipo de dibujo, qué estoy poniendo sobre la mesa; todo eso habla de mi forma de vivir la vida, dónde yo pongo el acento, y eso es vulnerabilidad. Estar disponible para que eso esté abierto es un gran salto.“.


A: Sensorialmente, pienso la diferencia entre agarrar un fanzine, que puede hacer algo que tienes en tu mano y es una experiencia individual, a que de repente sea una alfombra. El poder echarse en grupo y experimentarlo.


S: Es calentito y es enorme; o sea, cambia totalmente el tamaño, la visión, la forma, otro tiempo. Puedes leer un fanzine en un minuto y medio, pero si está en la alfombra, por lo menos es media hora. De repente tienes que hacer otro acto para leerlo, tienes que alejarte porque si no no lees lo que está escrito.


A: Claro, y después puedes estar envuelto.


S: Y es, entre muchas comillas, la misma cosa.


A: Qué locura. Me acuerdo mirando, en tu fanzine “Nuestra aula”, me llamó mucho la atención el formato, la hoja doblada en vertical, y cómo cosas tan simples te pueden llamar tanto la atención y pueden ser tan chocantes.

También el que pongas instrucciones o sugerencias de cómo hacer una bitácora fácilmente, qué hacer en una ronda para compartir, cómo ir mezclando estas actividades y dejarlas al mundo, porque tú armas esto, pero  una vez lo entregas, desapareces, y llega a las manos de otra persona, quien lo va a activar. ¿Cómo surge eso y cómo lo piensas tú cuando lo estás haciendo?


S: Para mí eso es algo súper importante. Cada vez que das un taller, transmites algo, y antes de terminar, tienes que decir esto es para que ustedes los usen y es suyo, de la forma que quieran. Es súper bonito poder entregar la herramienta y decir, úsala. Lo más hermoso que te puede pasar es que alguien después te escriba y te diga, “el otro día estuve haciendo el micro fanzine origami, y lo pasé tan bien con mis niños”. Eso es para mí el cielo. Saber que lo que uno comparte lo usan otros en situaciones tan distintas. Saber que está vivo. Las creaciones, como seres que salen de uno, acciones e ideas, igual que las niñas y los niños, después hacen su vida. Luego te llegan cartas, como, “estoy súper bien, crecí para este lado”. 


A: Ayer estaba pensando en eso también. Lo rápido que a uno se le olvida las cosas si es que no las está activando de alguna forma. A veces estoy tan lejos de ahí que no me estoy logrando conectar con lo que en algún momento fue tan certero. Al final uno es también parte de donde se pone. Hay cosas que llevas en ti, pero también hay cosas que nacen en relación con lo que tienes alrededor, y hay veces que lo que está alrededor no te está diciendo tanto de eso. Por eso encuentro tan necesario ponerme post-its en toda la casa con mensajes.


S: ¡Sí, aquí también tengo todo escrito con mensajes! 


A: Lo importante que son estos objetos como tu fanzine, y cómo circulan, porque para mí, personalmente, lo tengo en una especie de altar, porque es de las cosas que me ayudan a recordar y replantear mi lugar en el mundo; decir, qué es lo importante, qué me va a ayudar a tomar el siguiente paso, con corazón.


S: Lo que estás diciendo es súper importante para lo que decías de no terminar las cosas. Yo creo que también me pasó harto eso, porque cuando uno está en el arte, hay mucha vulnerabilidad, y uno está expuesto. Su alma se expone, tus creencias. Al final la gente siempre dice, ay, ¡ese dibujo es igual a ti! ¡Ay, pero es como tú!

Entonces de alguna manera materializar los proyectos y ponerlos a circular en el mundo es un gran acto de coraje. Hay una apertura súper grande a la intimidad. Hay que estar también disponible para abrir ese espacio, y para eso hay que cuidarlo y conocerlo. Muchas veces, por ejemplo, estas ideas como Nuestra aula, son procesos que ya hice hace bastantes años, que ya tengo integrados, y para algunas personas, no saben por qué podrían ser íntimos o cómo podrían dar una sensación de vulnerabilidad. Pero esa es la parte íntima de cada uno. Este pajarito que está ahí volando en la edición, el tipo de dibujo, qué estoy poniendo sobre la mesa; todo eso habla de mi forma de vivir la vida, dónde yo pongo el acento, y eso es vulnerabilidad. Estar disponible para que eso esté abierto es un gran salto.

Por eso encuentro súper valioso ese momento de tu libro trofeo, porque dijiste, estoy disponible para que esto que nació de mí sea visto por otros, y sea hablado e interpretado por otros, y que existe en el mundo porque yo ya confío en esto. Un mega acto de autovalidación.

A: Qué importante puede ser un acto tan simple como escribir o dibujar. El vértigo que nos da. El vértigo de sentarte en un café y estar dibujando. ¡Te toma un tiempo! Lo mucho que cautiva: hay una cosa de asomarse a mirar y decir, ¡se atrevió! Está creando. Y uno como, ¡nooo!


Y cuando le tomas distancia, cuando ya no te da cosa, cuando ya lo normalizas, dices, ah, es un acto muy pequeño, pero en algún momento se sintió muy revelador, y para todos es algo muy mágico, porque si hay alguien que está sentado escribiendo o dibujando, hay alguien que se va a asomar, porque es una valentía pequeñita.


S: Por eso ha sido muy bonito el trabajo en colectivo en las ediciones colaborativas o los procesos grupales, porque cuando es una persona la que lo está haciendo, se produce ese vértigo o esa atracción magnífica, pero si todos lo hacemos al mismo tiempo, el vértigo baja. Se produce un salto cuántico en el riesgo, y te sientes acompañado. Y después de eso genera esta cosa colectiva en que entras en el todo y te sientes parte de eso. Pero también ves tu unicidad y te reconoces. Me gusta mucho trabajar con esos equipos porque esa fascinación y esa magia se gestiona entre todos. Todos la podemos vivir, sentir, acompañar; es hermoso.


Encuentra a Sandra en @estudiorepisa y estudiorepisa.com, y en Feria Fragua con un taller de Arquitectura editorial: taller de libro pop-up, el domingo 15 de diciembre de 15:00 a 17:00 hrs.

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