Amor en red y otras formas de amar

Por Lucía Gracey

 

Una entrevista colectiva sobre no monogamias, poliamor y anarquía relacional.


Hace un año y poco, mi pareja y yo abrimos la relación. Llevábamos cinco años juntes y habían habido intentos fallidos e incluso infidelidades. A mí me daba mucha inseguridad, obvio. Pusimos reglas claras y charlamos mucho, pero en la práctica no pasó demasiado. Abrir la relación no era ningún paraíso sexual ni una garantía de citas per sé. Ni siquiera usábamos Tinder, esperábamos los dos que se diera “orgánicamente”, cosa que tampoco era facilísimo porque convivimos y compartimos muchos espacios. Yo pensé que se trataba simplemente de poder acostarse con otra gente en una fiesta, y ya. 


Pero la vida dio otras vueltas y “orgánicamente”, por una amiga, conocimos a un grupo enorme y precioso que resultaba ser no monógamo. De hecho, fue la primera vez que escuché la palabra poliamor de cerca, y me dio vértigo. Me imaginé que el cumpleaños de mi amiga sería una orgía alocada y que no sabríamos adaptarnos. Pero lo que me encontré estaba muy lejos de mi imaginación: un montón de seres que bailaban juntes, cantaban, cocinaban para cuarenta personas, filosofaban por la tarde, leían poemas en voz alta, y luego se hacían mimitos de forma constante. Era un canto a la ternura.

Y luego conocí a una chica que me gustó. Me “lié”, nos “liamos”, como dicen aquí en España¹, consensuado con mi pareja, y cuando él y yo volvimos a casa, hablamos, largo y tendido. A desprender miedos, a pensar qué nos generaba ver a toda esta gente que vivía el amor de otra forma, a cuestionar nuestra propia relación y nuestros patrones, a atravesar los errores del pasado. Y poco a poco, a raíz de conocer a esta red, de escuchar otras experiencias, de leer libros sobre el tema y de un vínculo que para mí empezaba a gestarse a la par, soltamos la relación abierta, y nos animamos al poliamor.

 

Para este proyecto, fotografié y entrevisté a una buena parte de la gente que, de alguna manera, forma parte de la misma red afectiva, o va tejiendo vínculos entre sí.

Toda la gente que intervino practica distintos modelos de no monogamia, que, además, van cambiando y adaptándose al tiempo, las circunstancias y a las relaciones en sí. Algunas llevan muchísimos años -o toda la vida- probando el poliamor, o la anarquía relacional, o incluso mucho antes de conocer etiquetas para hablar y pensar otras formas de amar y de relacionarse que no sean las de los valores aprendidos de la monogamia.


“Era un canto a la ternura”.


Entre ellas, hay muchas personas que hoy tienen vínculos de exclusividad sexual, o una sola pareja, o ninguna. Otras que no eligen la monogamia en sus vínculos; igual dicen que una relación monógama elegida y consensuada puede ser sana, pero en el fondo lo que todos tienen en común es que se han abierto, no al sexo desenfrenado como muchos imaginábamos (y me incluyo), si no que se han abierto a hacerse preguntas sobre el amor. A cuestionar aquello que daban por sentado. Y se han animado a probar, experimentar en carne propia qué pasa si una² se libera de esas estructuras y se propone modelos de relación que vayan más acorde a cada una y al vínculo que tenemos delante por construir. 

También, varias de las fotografiadas y entrevistadas no tienen experiencias no monógamas y apenas están empezando a cuestionarse, como yo. Si en algo estamos todas de acuerdo, es que nadie tiene la respuesta definitiva ni una solución mágica: este es un camino de muchas preguntas y una constante transformación, que cala mucho más hondo que con quien nos damos un beso o nos acostamos. Es una transformación más radical que va a las raíces del amor como un todo, a plantearnos otra forma de vivir.

En este espacio, comparto un poco de las preguntas y reflexiones que surgieron, sin imponer un modelo alternativo y perfecto, sino juntando todas estas voces y estas experiencias que a mí me han atravesado y me atraviesan incluso ahora, mientras escribo.

El texto que sigue, las fotos y las citas son una mezcla de las respuestas de toda la gente que participó y, de cuya forma de pensar se nutre también el resto de la red. No cito aquí los nombres propios de quienes dijeron cada cosa, lo comparto como parte del pensar y sentir colectivo.




¿Qué es la no monogamia? ¿Y la monogamia?




Decían: “No se trata de ir contra la monogamia como modelo de relación individual, si no una crítica a la norma, a la estructura monógama de la sociedad. Ella es, hasta cierto punto, un pilar del sistema en el que vivimos, basado en la estructura de las familias y las herencias, en la división sexual del trabajo, el disciplinamiento social, las maternidades compartidas y paternidades ausentes. De lo que tenemos que intentar huir no es de tener relaciones individuales monógamas, si no de entender a las personas como propiedades, de tener relaciones basadas en el consumo y la posesión. Eso es lo verdaderamente subversivo de ser no monógamo.”

“Aunque ser no monógama a veces es vivido como una amenaza para los monógamos, porque se sale de la norma (como ser vegano puede vivirse como amenaza a los carnívoros). No es porque yo sea no monógama, es porque pone en jaque su propia elección”.



No es cuestión de decir que una relación no monógama es mejor que una monógama. El punto es que en nuestra sociedad, somos monógamos por default. Y aprendemos a relacionarnos, a sentir y a amar a partir de ese modelo insertado y repetido en canciones, películas, referencias familiares, etc. Pero aquí nadie tiene una solución mágica, ni se ha inventado un sistema alternativo perfecto que lo supla, si no que somos conscientes de que existen múltiples formas de amar a las que hoy le ponemos ciertos nombres, pero que dependen de cada una, y que en realidad están sucediendo hace miles de años. Sin ir más lejos, los dioses hindúes eran polígamos y muchos grupos indígenas americanos, como los guaraníes, son y eran no monógamos desde antes de la conquista³. Más bien, ni conocían la monogamia: esta fue una imposición colonial. Se trata, más bien, de entender que no hay el mismo molde de relación para todas las personas, e incluso para todas las sociedades.

Explicar y debatir qué es la monogamia puede resultar muy complejo y extenso para este espacio (les doy mis recomendaciones para leer al final, para les interesades), pero, a grandes rasgos, se basa en tres pilares: la jerarquía y centralidad de la pareja/familia; la exclusividad sexual, asociada a la privacidad y posesión del vínculo, y la idea de no simultaneidad, de que dos relaciones sucedan al mismo tiempo (porque una después de la otra sí está aceptado, aunque por definición ya no sea monogamia). ¿Pero por qué no nos resulta contradictorio sentir amor por varias amigas, o hermanas o hijas, pero sí por más de una pareja?

“En la monogamia, hay quienes viven su deseo de forma oculta bajo una fachada, o quienes reprimen su deseo, pero eso es peligroso porque puede salir por otros lados: en la agresividad, la autoestima, etc. No importa qué quieras, hay muchos niveles en la no monogamia, pero lo de ser honesto consigo y con el resto, respetar los límites, consensuar, es el modo de la no monogamia. No desde el chantaje o la convicción”.


“Para mí, la no monogamia va en consonancia con cómo pienso. No es solo una forma de relacionarme, es una forma de vivir”.

 

¿Y por qué definirlo como “no monogamia”? 

“Es que nos faltan las palabras”.

 

Empezamos definiendo por lo que no es, porque sabemos lo que no queremos; estamos yendo contra una norma y eso condiciona el lenguaje. Lo que no: el amor no es competencia, no es un amor corrosivo y propietario. El amor no es posesivo sobre los cuerpos y sentimientos de otro. Y no es limitado, sino todo lo contrario. Partimos de la base de pensar el amor desde la abundancia. Lo que sí es limitado en nuestro sistema, y lo sabemos, es el tiempo. Estamos atravesadas por la precariedad de las vidas en el capitalismo y por eso tenemos que elegir dónde depositamos el tiempo y energía del que disponemos.

Dentro del espectro de no monogamias existen un montón de etiquetas, desde las relaciones abiertas y swingers –que son prácticas dentro del pensamiento monógamo– hasta el poliamor o la anarquía relacional. A varias, el poliamor no las define, porque está muy cargado de connotaciones negativas y sigue centralizando a la pareja. Además, mucha gente poliamorosa tiene varias parejas de forma monógama, con los mismos valores y patrones. Al final, no depende de la etiqueta, si no de la manera en la que nos relacionamos.

No significa tener muchas relaciones sexoafectivas a la vez, sino que, tal vez, una combinación de formas de relacionarse menos jerarquizada. La línea entre amigas y parejas se desdibuja, porque todas forman parte de la misma red. Se trata de no reservar tu amor sólo para la persona con la que te acuestas. Es, por ejemplo, comprarle flores a una amiga, o acompañarla al médico, o tener ese tipo de intimidades y detalles con personas con las que no tienes un vínculo sexual.


“No me gusta la relación abierta porque no me pinta el sexo desinteresado”.


"Hay una cosa que me encanta del poliamor que es poder hablar con tu pareja de lo mucho que te gustan otras personas y que te den consejos”.


Además, en una red afectiva que descentraliza a la pareja, los cuidados se diversifican, alivianan la carga, que antes recaía en una sola persona. Una de las chicas contó que, cuando estuvo con depresión, su pareja y dos de sus amigos más cercanos tenían un grupo de WhatsApp en el que compartían y se dividían los cuidados hacia ella. La realidad es que es mucho más práctico a la hora de acompañar que haya quince personas disponibles a que haya una. 

La red también significa querer a una persona que es importante para alguien que es importante para ti, aunque no se conozcan, aunque no haya un vínculo directo. Se puede ser amiga de tus amigas, así como se puede ser amiga de los amores de tu parejas (y es mucho más liberador y sencillo de lo que parece).

La red genera la sensación de poder ser, de sentirse acompañado y entendido también en características vitales de tu vida, de ser falible y asumir que la gente que te rodea te quiere bien y que tiene la confianza para decirte incluso cuando te equivocas. Por eso cuando la red se rompe o falla por algún motivo, te sientes mucho más sola. La ruptura con amigas, al final, es muchas veces más dolorosa que la ruptura con una pareja, y no solemos darle lugar a ese duelo socialmente.

 

¿Y cómo empezaron? ¿Cómo fueron sus procesos?

“Yo al comienzo tenía reglas. Y mucho miedo”.


“Pensaba que mis amigos me estaban juzgando, pero después me dijeron: ‘es admirable que puedas hacer todo este trabajo en una relación. Yo no pondría esta energía en una relación’. Y me di cuenta que entonces no pensaban que lo mío era falta de compromiso, si no lo contrario”.

“Al principio, me sentía fallido, incapaz de amar solo a una persona. Me parecía artificial pensar que dos personas estarían para siempre igual de enamoradas. Al final, a mí me generaba más gestión y más trabajo sostener una relación monógama”.

“Lo mejor fue liberarme de la culpa del deseo”.

“Mi ex me lo cuestionaba. Pero yo sentía que yo tengo mi vida y tú tienes tu vida, eres una parte importante de ella pero no eres toda mi vida”.

“No podría estar con alguien que te sitúa en un pedestal en el que eres el centro de su vida. Eso es una relación de poder. Una dependencia”.

“La idea de compartir todo es infamia para mí. Fusionar los mundos, que una parte haga un esfuerzo por encajar en el otro mundo, genera un problema más adelante, si después quieres dejarla, esa persona debe dejar ese mundo”.

“A mí siempre me pareció ridículo el concepto de propiedad. Yo pensaba esto mucho antes de la teoría, era algo visceral”.

“Cuando empecé en una relación abierta, lo más importante era la honestidad. En mi caso, me resultó más difícil decirle a mi pareja ‘hoy quiero estar solo, viendo una película en mi casa’ que decirle que me había acostado con alguien”.


Entonces, ¿qué es el amor para ti?

“El amor, en un sentido amplio, es devolver a la vida lo que te ha dado. Se basa en tres pilares: la conciencia de estar con otros seres; la humildad de saber que no eres mejor que otros y que eres pequeño, lo que implica que nos necesitamos mutuamente; y el agradecimiento, que es la forma principal de amor. Es la conciencia de estar en una especie de milagro, de azar, una vida. Y aprovechar las oportunidades para ir devolviéndolo”.

“El amor es querer que la otra persona sea absolutamente feliz, con o sin mí. Pero también quiero pasar mucho tiempo con ella”.

“El amor es cuando es recurrente que yo piense en esa persona incluso cuando no está. Es echarla de menos”.

“Son las ganas genuinas de cuidar, de dar cariño”.

“Poder ser tú, no sentirte juzgada”.

“Para mí no hay amor continuo, es como la felicidad. Hay una definición del amor muy asociada a la ansiedad, a la intranquilidad, eso que llaman las ‘mariposas en la panza’. A mí no me cierra ese relato. Para mí el amor es tranquilidad, calma, seguridad. Amar es como estar sentado en la playa mirando el mar”.

“El amor es no obligación. No hay que dar por hecho el amor. El amor requiere esfuerzo. No quiero que mi pareja o amigas me quieran de forma incondicional, quiero que lo hagan porque lo eligen”.



Hay una definición con la que yo me quedo y que salió mucho: EL AMOR ES TRABAJO. Es algo que hacemos con el cuerpo, con las manos y que transforma la realidad. No ocurre automáticamente ni es una fuerza que nos arrastre contra la que no podemos hacer nada. Nosotros tenemos un papel, una capacidad de decisión y una agencia sobre qué relaciones construimos, cuáles elegimos construir y cuáles no. Y, como decía Santa Teresa, el amor es ilimitado. Y, agregamos, expansivo. Como todo trabajo, cuanto más lo haces, mejor lo haces, o más aprendes a ejercerlo, pensarlo, ponerle el cuerpo. Y así tienes más capacidad para amar. 

Pero entonces, ¿qué distingue a una amiga de una pareja? ¿hay diferencia?

En realidad, aunque en este grupo se viva el amor en red sin importar qué tipo de relación sea, muchas elegimos tener parejas con las que establecemos un vínculo sexo-afectivo y romántico. Se ponen en juego el sexo y el romance, también las expectativas y buscar un proyecto en común. A todas nos gusta sentir la intimidad y la complicidad que se genera muchas veces en un vínculo de pareja. Pero para muchas es algo que también se logra con amigas. Algunas, que lo viven más desde la anarquía relacional, le dan el mismo valor a amigas y parejas, mezclan diferentes gestos de amor en combinaciones según el vínculo y distribuyen su tiempo y energía entre ellas. Así, se emborronan los límites entre una y otra. 

“Hay una definición con la que yo me quedo y que salió mucho: EL AMOR ES TRABAJO”.

También, esto es algo que está pasando porque nuestras formas de vivir están cambiando en el sistema: compartimos piso con amigas mucho más que con parejas, por ejemplo. Y eso tiene que ver con que el sistema en sí mismo no brinda las posibilidades para el proyecto de vida de la monogamia y la familia tradicional. Y no es solo que no queramos, también es que no podamos, económica y socialmente, tener hijas o una casa propia para compartir con una pareja. Estamos cuestionando porque hay un quiebre, una falla que genera esta precarización e inestabilidad.

“Para mí, el amor romántico es una forma de amistad. Y no al revés”.

En la monogamia, hay diferencia con las amigas, porque la pareja siempre se vuelve la prioridad, pasa a primer plano. Incluso decimos cosas como “es amigo y algo más”. ¿Y qué es ese algo más? El deseo sexual, básicamente. Y el derecho a exigir más. ¿Pero por qué el sexo tiene que hacer que una relación sea más especial que otras? Cuando se pierde el pacto de la exclusividad sexual, de pronto, cuando el sexo no es reservado sólo a la pareja, aunque pensemos lo contrario, pierde la centralidad que tiene en la monogamia. Nos damos cuenta de que el amor y las relaciones van mucho más allá del sexo, y que quizás lo que le daba ese lugar de cúlmine de la pirámide a la pareja en sentido tradicional era ese compartir la intimidad del cuerpo como la manifestación más extrema de amor. Nadie niega que el sexo es –o puede ser, no siempre lo es– un gesto de amor. Pero para muchas personas de esta red, es sólo una forma de compartir más, “como cocinar, o jugar al ajedrez”. 

“Lo bueno es que la amistad no se sostiene en que me dejes de gustar o atraer, es un amor más estable”.

“Entre desamor y desamor y amistad bien hecha o recuperada, que sorprendentemente venía, me abrazaba y me sostenía, me di cuenta de que para mí no tenía sentido priorizar a una pareja sobre una amistad por el mero hecho de compartir sexo o un plan de vida, porque el tema es que con mis amigas también comparto un plan de vida. Y el sexo lo puedo conseguir donde quiera, y el sexo no tiene que ver sí o sí con mis sentimientos, que es la base de las no monogamias. Por lo tanto me parece muy ridículo seguir manteniendo un privilegio de pareja si no mantenemos un privilegio de la amistad”.

Y sin embargo, en la red, no andamos teniendo sexo con todas las personas. Lo que en general les ha enseñado esta forma de amar a muchas personas no monógamas es a aceptar el tacto, el gesto de cariño y los mimos con amigas. Y para todas ha resultado un gran alivio. También se acepta la posibilidad del deseo, pero que no necesita concretarse, que muchas veces se posterga en pos de una relación que es más valiosa como amistad que como otra cosa. Ya lo dijimos, los límites se vuelven más difusos, porque las categorías ya no tienen la misma definición.

Pero, entonces, ¿esta gente no tiene celos?

Sí. Tenemos celos y tenemos inseguridades y también hay dolor en las no monogamias. Relacionarse es abrir sentimientos, es intercambiar energías. No se trata de criminalizar los celos, si no de aceptarlos como un síntoma de algo que nos pasa. Pero no son ni una señal de amor, ni algo que la otra persona nos hace a nosotras.

Y, quizás, no son celos por que alguien se acueste con alguien, quizás esa persona está haciendo cualquier otra cosa, da igual si es follando o cortando fresas, pero lo que me duele es que no esté conmigo en ese momento”.



Al final, en este proceso, personal y colectivo, en este camino abierto, he aprendido muchas cosas. Y he abierto aún más preguntas. No sé si este camino tiene un destino, y sí sé que aquí estamos todas aprendiendo. Lo más importante para mí es que el amor sea elástico, y que si nos preguntamos qué es amar y cómo relacionarnos, también podemos irnos adaptando con el tiempo a lo que cada relación requiere o puede brindar. Es posible que a veces eso signifique terminar una relación, terminarla en la forma que tenía, e invitarla a ser otra. En las no monogamias, las rupturas ya no son un símbolo del fracaso. Duelen, sí, porque los cambios duelen e implican gestionar muchas emociones, pero se transforman. 

Acabarla también puede ser un gesto de amor”.

Por eso valorizamos tanto la amistad, porque si usamos los principios de la amistad para tener relaciones de diferente tipo, incluyendo las románticas, se vuelve más fácil. Sus otras relaciones ya no compiten conmigo, le respetamos su independencia en todos los campos sin cortarle las alas, y a la vez sabemos que están ahí, no por compromiso o deber, si no por elegirse y sostenerse. Y reconocemos que en ese vínculo hay momentos diferentes, de mayor y menor intimidad, de coincidir o no en proyectos conjuntos, y que esa relación puede cambiar. Lo que me queda super claro, teórica y empíricamente, es que la clave está en la comunicación. Y si se pierden los tabúes para ser honesto, siempre hablando desde la ternura y el cuidado, nos entendemos mejor.


Desde que entramos en este camino, mi novio desde hace seis años y yo, reafirmamos el amor y descubrimos la solidez del vínculo. Por ahora funciona. Para mí, para él, para ella y para nuestras amigas. Y sé que atrás tenemos una red que nos apoya y nos nutre de sus experiencias, gente que está en estas fotos y gente que no, que incluso vive en otros continentes. A todas ellas, gracias.


“Tengo mucho amor dentro. ¿Cómo voy a centrar todo este amor en una persona, cuando tengo tanto amor que dar y puedo amar a mucha gente? ¿Qué hago con todo este amor?”


Gracias a todas las personas que participaron: 

Bruno, Mati, Patri, Munir, Guido, Paula, Marta, Gabriel, Ana, Nicole, Sabina, Marta, Nacho, Alejandra, Lucía, Jaime, Raúl, Diana, Martina, Delfina y Caro.


¹ Este trabajo se hizo en España, y por ende, mucho del vocabulario que cito es español, aunque yo sea argentina y mi novio, brasilero.
² En esta red, se usan los plurales femeninos para incluir diferentes identidades de género.

³ Ver Geni Nuñez, “Descolonizando afetos”

Referencias: 
  • Brigitte Vasallo:  “Pensamiento monógamo, terror poliamoroso”
  • Geni Nuñez: “Descolonizando afetos. Experimentações sobre outras formas de amar”
  • Dossie Easton, Janet Hardy: “Ética promiscua”
  • La película: “Vidas pasadas” (se mencionó mucho como referencia de amor)

Lucía Gracey es historiadora, escritora y fotógrafa. Combina sus tres pasiones en sus proyectos y se interesa en temáticas de diversidad cultural, identidades comunitarias y sociedades alternativas. Ha viajado y vivido en distintos continentes, documentando y registrando lo que veía a su paso, y actualmente reside en Barcelona. Puedes seguirla en @ph.luciagracey o en su web www.lucia-gracey.com


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